Ni Frontex es Bauhaus, ni esta publicación es el catálogo de una ferretería. Pero la valla de Melilla existe y ha estado dos años cerrada por culpa del covid, convirtiendo la ciudad en una isla rodeada de tierra. El salto multitudinario del 24 de junio del 2022 –con 23 muertos reconocidos; otras fuentes hablan de 37 personas fallecidas– vuelve a poner Melilla en el centro de la ignominia europea respecto a los migrantes de los países africanos. El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, felicitó la actuación de la Gendarmería marroquí. El think tank Observatorio de Ceuta y Melilla y el partido ultraderechista Vox piden que la frontera sea gestionada por Frontex. Así el Estado puede lavarse las manos.
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