Entrar en hogares, fotografiar los objetos personales, hacer un retrato. Intimidades. Pero no cualquier intimidad. Es la de años de sufrimiento, la destrucción de las personas a través de su más preciado bien: su hogar. La ciudad que acoge la Copa de América de Vela 2024, maltrata a sus habitantes y trabajadores. Los expulsa de sus barrios, los deja sin su casa, no importa la edad ni la condición: el modelo neoliberal prioriza el dinero y los beneficios para los que más tienen y anula el repartimiento de la riqueza y los derechos humanos, el derecho a una vivienda digna. Así el lugar de vida, el hogar, se convierte en un NO HOGAR pendiente de la expulsión. Mientras desaparecemos en las pantallas digitales que determinan nuestras experiencias y nos protegen de la realidad, nos encaminamos hacia un mundo sin cosas, sin cuerpos, sin hogares, sin derechos, banalizado, manipulado y controlado por las redes y medios de comunicación. Así los compradores, inversores, propietarios, utilizan decenas de formas de engaños de mobbing inmobiliario con triquiñuelas legales que utilizan los abogados y los jueces para expulsar de los hogares a sus habitantes. Y es que no es nada personal, solo son negocios.
Juanjo (Barcelona 1967) lleva 24 años en su piso del 132 de la calle Rasos de Peguera. Lo compró con su exmujer el año 2000 con una hipoteca inicial de 600€ al mes. Antes que él otras dos familias habían comprado ya el piso desde los años 70. El año 2013 después de divorciarse no pudo asumir la hipoteca de 1300€ de BBVA y pidió la dación en pago y un alquiler. El contrato de alquiler se acabó en 2020 y al día siguiente le llegó la carta para que abandonara el piso. Sigue luchando desde entonces para conseguir un alquiler social en su apartamento y ya ha sufrido tres intentos de desahucio por parte de Cerverus, actual propietario, un fondo buitre.
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